domingo, 10 de abril de 2011

La ruta picassiana (V): Henry Gidel

La segunda estancia fue, digamos, distinta. Ya no era el joven de once años antes y su amigo Pallarès no estaba.
“El tonto del pueblo –dice Henry Gidel- se enamoró de Fernande y, aunque Pablo, cuyos celos eran enfermizos, no tuviera mucho que temer de él, esta situación le ponía de mal humor. Además, los habitantes del pueblo se habían enterado, Dios sabe cómo, de que la pareja no estaba casada y, por lo tanto, vivía en pecado… Una noche algunas piedras golpearon los cristales de su habitación. Pablo, que se llevaba a todas partes la pistola, salió hecho una furia, esgrimiendo el arma y disparando algunos tiros, lo cual restableció al instante su prestigio”. Parece ser que este hecho, y la costumbre de sacar del bolsillo un gran fajo de dinero para pagar cualquier cosa, impresionaron a la gente de Horta.

En Orta de Sant Joan pintó la montaña de Santa Bárbara y un lienzo titulado “La fábrica de Horta”, imaginaria, como las palmeras que la adornan, que fue adquirida, en París, por Gertrude Stein. Tanto estos como “Casas en la colina” y “El pantano”, en estilo cubista. También realizó numerosas “cabezas” de su amante, Fernande, quien al parecer no se sintió muy complacida por ellas.



A pesar de los pequeños contratiempos, Picasso volvió feliz de Orta y muy satisfecho del trabajo realizado, pues significaba la superación de las etapas “azul” y “rosa” y el comienzo del cubismo.

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