lunes, 14 de febrero de 2011

Esther Montmany: Un ejemplo a seguir.

Vivo en una hana, también conocida como yurta. Es una vivienda que utilizan los nómadas de Mongolia. Se monta en una tarde. Es cómoda, bonita, sencilla, acoge, pero no aísla, y está hecha con materiales naturales (lana, madera y tela).Esta es importada y cuesta alrededor de unos 4.000 euros. “Ya no pago alquiler ni facturas. Y dentro está todo lo que necesito para mis hijos y para mí. Lo poco que tengo es casi sagrado” explica Esther.

Cuanto más valoro lo que me rodea, más rica me siento. También necesito el silencio, la naturaleza -veo las estrellas a través de la cúpula y me nutre oír al grillo y al búho-, la armonía con los demás, sentirme querida tal y como soy y amar incondicionalmente. La yurta, de hecho, es una parte de mi camino.
El camino de Esther comenzó cuando era pequeña y quería ser un animal y rechazaba al ser humano, que era el que lo destrozaba todo, nos cuenta. A los 14 años disfrutaba yendo sola en bicicleta y escalando con amigos en Montserrat. A los 17 hice el camino de Santiago y un año después decidí viajar a Irlanda. El pretexto era estudiar inglés, pero en realidad necesitaba descubrir quién era yo. Aprendí a meditar, filosofé con los Hare Krishna y me junté con gente que hacía música en la calle. Y empecé a tener claro que lo que me movía era crear una comunidad en la naturaleza.
Años más tarde, cuando estaba a punto de ser madre, se desplazó a Ecuador para ver cómo criaban a los niños en la selva. “Sentí que había encontrado lo que buscaba. Cogí ese camino y no lo he dejado en 10 años” aclama.

Para sacar conclusiones de esta forma de vida, solo hay q mirar a sus hijos, han crecido con el respeto de la naturales y la educación que se les ha inculcado. Tienen mucha confianza en sí mismos y en la vida, son capaces de solucionar problemas de maneras muy creativas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario