Ha desaparecido el derecho moral por el que cada persona tiene libertad a mostrar lo suyo sin miedo a que el de al lado se beneficie de ello sin ningún permiso.
El copyright regula los derechos morales y patrimoniales que se les conceden a los autores por crear una obra.
¿Pero qué ocurre cuando se da más a conocer al copyright que a los autores?
Muchos escritores o cantantes luchan día tras días, por salir a la calle y ver como su trabajo es valorado por la sociedad, y que además sea aceptado positivamente.
Sin embargo, el copyright es como la sombra maligna de la obra, obliga a sus públicos a pagar un importe gestionado a través de orga-nizaciones como la SGAE.
Es considerada una herramienta para remunerar a los artistas y construir industrias creativas. Pero en la actualidad, esa sombra oscura no les permite ver con claridad el camino de origi-nalidad que los autores deben seguir para continuar creando y produciendo obras tan maravillosas como las que nos ha mostrado el pasado y nos mostrará el futuro.
Puesto que, este impuesto está haciendo que la mayoría de su público busque soluciones por otras vías como Internet.
Actualmente, con la existencia de Internet, el plagio está a la orden del día, miles de documentos e informaciones danzan a su gusto por la red. Sin tener en cuenta, la rapidez y el instinto de caza de algunas personas que van secuestrando poco a poco fragmentos de documentos, que más tarde ya serán irrecuperables o violados a manos de algún desalmado. Y quién se hace responsable estas personas.
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